El fenómeno de la hiperinflación parece haber tomado un rol primordial en el vocabulario del venezolano pero, ¿realmente comprendemos qué es y cuáles son sus implicaciones en el ámbito económico? Entender la hiperinflación va más allá de saber que es una subida acelerada de los precios pues, sus repercusiones y efectos a corto y mediano plazo desafían está limitada descripción. Dicho fenómeno ha generado discrepancias en cuanto a los criterios adoptados. La definición más aceptada, planteada por Phillip D. Cagan, toma a la hiperinflación como inflación que supera el 50% mensual. Otros como Steve H. Hanke y Charles Bushnell[1] expanden este concepto para agregar que la entrada en hiperinflación depende de tres elementos, tasas de inflación mensuales mayores a 50%, permanencia de esta tasa por al menos 30 días y la existencia de documentación completa para que las tasas de inflación sean replicables.
Sabiendo esto, la fecha de comienzo de la hiperinflación en Venezuela es noviembre de 2017, según establece el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF); o en diciembre de 2017, según el Banco Central de Venezuela. Por tanto, en diciembre de 2021, se habían cumplido unos 4 años en hiperinflación. Igualmente, se cumplieron 12 meses desde la última inflación mensual superior a 50% del BCV, determinando el fin del ciclo hiperinflacionario. Mientras, según la tasa de inflación del OVF se cumplirán los 12 meses en febrero de este año.
Entonces, es válido preguntarse si verdaderamente se mitigaron aquellos factores causantes del crecimiento acelerado del nivel de precios. Por una parte, el Banco Central de Venezuela disminuyó sustancialmente la monetización del déficit vía emisión monetaria. Teóricamente, al reducir o disminuir la tasa de crecimiento de la oferta monetaria, ceteris paribus, el aumento de los precios puede verse controlado, pues la economía tendrá menor cantidad de dinero en circulación. Sin embargo, los verdaderos límites a la culminación de la hiperinflación están descritos por una recomposición del déficit, cambios estructurales en el régimen de políticas económicas, crecimiento del dinero de alta potencia y, quizá lo más vital para este proceso, la confianza en dichas medidas.
Esto último lleva a cuestionar el fin de la hiperinflación en Venezuela. A pesar de políticas monetarias restrictivas como la desaceleración de la tasa de crecimiento en la oferta monetaria o la fijación de altos encajes bancarios, aunado a una disminución del déficit fiscal, las expectativas sobre la aplicación de dichas acciones pone en juego la efectividad de las mismas. Así, la hiperinflación podrá, en papel y según la metodología de Cagan, haber culminado para el país pero el mayor problema de fondo persiste y acecha un posible resurgimiento del fenómeno monetario. La fiabilidad y la confianza en las instituciones es igual o aún más importante que los cambios en la gestión de políticas monetarias y fiscales, así como la transparencia de las acciones del gobierno. Por tanto, la persistencia de la hiperinflación es equivalente a la capacidad del ejecutivo y las autoridades económicas de no sólo resolver el problema, sino crear los recursos para recuperar las expectativas de los agentes económicos.
[1] Tasa a la cual los precios promedio de los bienes en la economía aumentan con el pasar del tiempo (Blanchard, 2017)